Febrero 26, 2004
Casi todas las veces que alguien ha dicho
cosas buenas sobre mí en público, me han hecho sentir incómodo y avergonzado,
en especial si son amigos cercanos. Faltan 6 días para entrar al CCM y me
encontraba con un grupo de amigos del barrio san juan en mi casa grabando un casete
con sus últimas palabras antes de mi partida al campo misional. Recuerdo oír el
calificativo de bromista, molestoso y chinchoso, características aceptables
para mí porque lo soy, aunque bondadoso y servicial no me las creí, habrá sido
el momento supongo. La noche se acababa y comenzaba a revisar las cosas que llevaría
a la misión, no creo que lleve el casete, pero si llevare las palabras y los
calificativos en mi corazón y hacerme recordar que ese soy yo, y que debo volver
con mejore atributos sumándolos a los que ya poseo. Continuaba con las clases
de preparación misional, aunque en realidad nunca tuve una formal, no se si no sabía
que habían o que tenía que llevarlas, pero si tuve una persona que me ayudo.
Recuerdo un buen amigo que me apoyo al momento de volver a la iglesia y con un
solo vinculo en común (la música) logro que confiara en él y así lo hice.
Siempre estaré agradecido a Roberto Hidalgo por el tiempo que se tomaba para
enseñarme sobre ese nuevo mundo al cual consideraba una dimensión desconocida y
que estaba a punto de entrar por una puerta con fecha ya establecida. Me
resultaba aterrador a veces, pero a través de sus experiencias misionales, todo
eso me resultaba más relajante y emocionante. No tuve alguien que fuera una
especie de tutor para aconsejarme sobre temas de la misión, pero creo que
cuando carecemos de algo en nuestras vidas podemos ver el amor de Dios cuando Él
nos compensa de alguna y otra forma, esas bendiciones también se les llama
amigos. Yo hasta esa fecha nunca había escuchado la charla 1 que daban los
misioneros. Habiendo nacido en el convenio supongo que no necesitaba oírla,
pero entre todas estas lecciones que mi amigo impartía recuerdo aquella en la
que él me enseño esta charla. Fue en uno de los salones de clases en la Estaca
San Juan, y recuerdo aquellas cosas que hacen de esa experiencia inolvidable,
el cambio de voz, la seguridad en los ojos, la convicción de su testimonio, el
poder de la verdad que residía en su corazón. El espíritu llego directo a mí
como una flecha y sentí que lo que él hablaba era verdad. Quede conmocionado,
con un gozo en el corazón, quede listo para ser misionero. Meses después entendí
que eso mismo sentía cada investigador que enseñaba, pero a mis 19 años el
haber oído estas palabras me hicieron sentir más seguro de la divinidad de la
obra que estaba por cumplir. No llore, porque entre amigos no se llora, así le
dije, y él me dijo: Claro si somos bien machos. Nos abrazamos y le agradecí por
su testimonio, pero más aún por su amistad, la cual aún mantengo.
Marzo 03, 2004
Hoy fue mi despedida y apartamiento.
Sentimientos opuestos, pero en general estaba feliz. Me despedí de muchos
amigos y de la familia. Quisiera enmarcar algunas palabras que se quedaron
grabadas en mi corazón, y que aun hasta ahora influyen en mí y me hacen
recordar lo mucho que Dios me ama. Recuerdo a un joven retornado algo
extrovertido pero muy querido por las jóvenes, se llama Alexis Barrios, toco la
puerta de mi garaje un tanto apurado, se detuvo a desearme suerte y despedirse,
pero me dijo algo que siempre practique y compartí con mis compañeros en la misión,
él dijo: “Max, Ama a las personas”, “Hagan lo que hagan, te escuchen o no,
amalas con todo tu corazón, no te rindas con ellas”. Solo atiné a decir “Gracias”,
pero esa pequeña palabra fue sincera, y creo que demostré esa gratitud al
seguir ese gran consejo, que creo haber seguido y vivido en mi misión. Gracias
amigo.
Como número especial unos amigos
retornados cantaron una canción que tiene mucho significado para mí: “Te
hallare mi querido amigo”, hasta ese momento no sabía que era una canción, yo había
escuchado esa historia unos 3 años atrás, y fue ahí cuando el deseo de ir a una
misión nació, pero esa es otra historia. Después, mi tío Héctor no dudo en dar
unas palabras, recuerdo que se paró y me dijo que a pesar de que muchas veces
me rehusaba a pensar en salir a una misión el confiaba en algo, y él se refirió
a los “Grandes padres que tengo”, Él sabía que había sido criado con mucho amor
y con buenos principios, y que mis padres eran personas justas y Dios concede
los deseos de nuestros corazón a los justos, y esta no sería una excepción, comprendí
también que no solo por ello mi corazón se ablando y tome la decisión de salir
en la misión, aunque si tuvo mucho que ver con ello, pero esa también es otra historia.
Finalmente durante mi discurso de despedida veía a todos los jóvenes y me sentía
apenado por dejar al grupo de amigos que había obtenido en la iglesia. Como
dije antes, los hombres no lloran, pero no pude dejar de quebrarme en mis últimas
palabras antes de partir, (aclaro “quebrarme” como voz quebrada mas no lagrimeo).
No recuerdo que dije, pero es verdad a veces uno habla y habla y no sabe lo que
dice, y aun me pasa, pero solo sé que repetía muchas veces que no sabía cómo sería
estar allá, ni que haría exactamente, solo sabía que tenía que estar ahí y
punto! Meses después entendí que en verdad, no tenía ni la menor idea de lo que
en verdad iba a hacer, pero no importo, por nunca estuve solo.