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domingo, 19 de enero de 2014

Despedida


Febrero 26, 2004

Casi todas las veces que alguien ha dicho cosas buenas sobre mí en público, me han hecho sentir incómodo y avergonzado, en especial si son amigos cercanos. Faltan 6 días para entrar al CCM y me encontraba con un grupo de amigos del barrio san juan en mi casa grabando un casete con sus últimas palabras antes de mi partida al campo misional. Recuerdo oír el calificativo de bromista, molestoso y chinchoso, características aceptables para mí porque lo soy, aunque bondadoso y servicial no me las creí, habrá sido el momento supongo. La noche se acababa y comenzaba a revisar las cosas que llevaría a la misión, no creo que lleve el casete, pero si llevare las palabras y los calificativos en mi corazón y hacerme recordar que ese soy yo, y que debo volver con mejore atributos sumándolos a los que ya poseo. Continuaba con las clases de preparación misional, aunque en realidad nunca tuve una formal, no se si no sabía que habían o que tenía que llevarlas, pero si tuve una persona que me ayudo. Recuerdo un buen amigo que me apoyo al momento de volver a la iglesia y con un solo vinculo en común (la música) logro que confiara en él y así lo hice. Siempre estaré agradecido a Roberto Hidalgo por el tiempo que se tomaba para enseñarme sobre ese nuevo mundo al cual consideraba una dimensión desconocida y que estaba a punto de entrar por una puerta con fecha ya establecida. Me resultaba aterrador a veces, pero a través de sus experiencias misionales, todo eso me resultaba más relajante y emocionante. No tuve alguien que fuera una especie de tutor para aconsejarme sobre temas de la misión, pero creo que cuando carecemos de algo en nuestras vidas podemos ver el amor de Dios cuando Él nos compensa de alguna y otra forma, esas bendiciones también se les llama amigos. Yo hasta esa fecha nunca había escuchado la charla 1 que daban los misioneros. Habiendo nacido en el convenio supongo que no necesitaba oírla, pero entre todas estas lecciones que mi amigo impartía recuerdo aquella en la que él me enseño esta charla. Fue en uno de los salones de clases en la Estaca San Juan, y recuerdo aquellas cosas que hacen de esa experiencia inolvidable, el cambio de voz, la seguridad en los ojos, la convicción de su testimonio, el poder de la verdad que residía en su corazón. El espíritu llego directo a mí como una flecha y sentí que lo que él hablaba era verdad. Quede conmocionado, con un gozo en el corazón, quede listo para ser misionero. Meses después entendí que eso mismo sentía cada investigador que enseñaba, pero a mis 19 años el haber oído estas palabras me hicieron sentir más seguro de la divinidad de la obra que estaba por cumplir. No llore, porque entre amigos no se llora, así le dije, y él me dijo: Claro si somos bien machos. Nos abrazamos y le agradecí por su testimonio, pero más aún por su amistad, la cual aún mantengo.

Marzo 03, 2004

Hoy fue mi despedida y apartamiento. Sentimientos opuestos, pero en general estaba feliz. Me despedí de muchos amigos y de la familia. Quisiera enmarcar algunas palabras que se quedaron grabadas en mi corazón, y que aun hasta ahora influyen en mí y me hacen recordar lo mucho que Dios me ama. Recuerdo a un joven retornado algo extrovertido pero muy querido por las jóvenes, se llama Alexis Barrios, toco la puerta de mi garaje un tanto apurado, se detuvo a desearme suerte y despedirse, pero me dijo algo que siempre practique y compartí con mis compañeros en la misión, él dijo: “Max, Ama a las personas”, “Hagan lo que hagan, te escuchen o no, amalas con todo tu corazón, no te rindas con ellas”. Solo atiné a decir “Gracias”, pero esa pequeña palabra fue sincera, y creo que demostré esa gratitud al seguir ese gran consejo, que creo haber seguido y vivido en mi misión. Gracias amigo.

Como número especial unos amigos retornados cantaron una canción que tiene mucho significado para mí: “Te hallare mi querido amigo”, hasta ese momento no sabía que era una canción, yo había escuchado esa historia unos 3 años atrás, y fue ahí cuando el deseo de ir a una misión nació, pero esa es otra historia. Después, mi tío Héctor no dudo en dar unas palabras, recuerdo que se paró y me dijo que a pesar de que muchas veces me rehusaba a pensar en salir a una misión el confiaba en algo, y él se refirió a los “Grandes padres que tengo”, Él sabía que había sido criado con mucho amor y con buenos principios, y que mis padres eran personas justas y Dios concede los deseos de nuestros corazón a los justos, y esta no sería una excepción, comprendí también que no solo por ello mi corazón se ablando y tome la decisión de salir en la misión, aunque si tuvo mucho que ver con ello, pero esa también es otra historia. Finalmente durante mi discurso de despedida veía a todos los jóvenes y me sentía apenado por dejar al grupo de amigos que había obtenido en la iglesia. Como dije antes, los hombres no lloran, pero no pude dejar de quebrarme en mis últimas palabras antes de partir, (aclaro “quebrarme” como voz quebrada mas no lagrimeo). No recuerdo que dije, pero es verdad a veces uno habla y habla y no sabe lo que dice, y aun me pasa, pero solo sé que repetía muchas veces que no sabía cómo sería estar allá, ni que haría exactamente, solo sabía que tenía que estar ahí y punto! Meses después entendí que en verdad, no tenía ni la menor idea de lo que en verdad iba a hacer, pero no importo, por nunca estuve solo.

jueves, 9 de enero de 2014

Dias de un Misionero




Febrero 9, 2004

Día Soleado, mesa de comedor. Comencé a hacer algo que nunca había hecho: leer las escrituras con bastante atención, antes no lo había hecho y si lo hacía era por menos de diez minutos y de manera despistada. Me sorprendí cuanto había cambiado en estos últimos meses desde que tome la decisión de salir a una misión regular. Uno de los cambios más notorios en mi persona fue el deseo de leer más, parecía una droga de la que no me cansaba de consumir, que rara comparación, pero es algo así, a pesar de que nunca he sido víctima de alguna adicción. Parecía que la media hora diaria establecida en mis horarios ya no era suficiente, parecía que el solo el libro de mormón, no era suficiente, decidí ir con algo grande y busque entre los libros de mi mama el manual para el alumno usado en institutos de más de 300 páginas allá por los años 70, para mi perspectiva el libro era inmenso, igual decidí escudriñar y saber el porqué, como y donde de las situaciones dentro de este libro que comienzo a amar con todo mi corazón y que está formando parte básica del fundamento de mi fe. Esto ha estado sucediendo todas las mañanas y me asombra verme sentado del desayuno hasta el almuerzo estudiando, tal vez dentro de mí quiero compensar el tiempo perdido, tal vez solo es cuestión de aprender más para cuando me toque testificar en la misión. Aunque debo confesar que mis días no pasan entre páginas y manuales, sino también en salidas y un romance. Si me doy el lujo de llamar romances a mis 19 años, tal vez no lo es para otros, pero es como lo siento ahora y eso es lo que importa. Después de muchísimo tiempo nunca creí poder ilusionarme otra vez, y así paso, acabo de conocer a una joven en el barrio y me siento de feliz de que a pesar de sobrevivir un corazón roto, este se reconstruyo y volvió a latir. Una de las cosas más increíbles que uno puede aprender es volver a amar. Comienzo a pensar que hay muchas cosas que no se, por más que lea y lea las escrituras hay algo que aprenderé estando allá, espero poder responder bien ante ello, dentro de emoción, existe una combinación de miedos y ansiedad, no me siento preparado, es la verdad pero a pesar de eso y no tener idea que es lo que me espera, solo sé que tengo que ir y leer todo lo que pueda.